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Para mejorar la educación, América Latina necesita gastar de manera más eficiente

A lo largo de las últimas dos décadas, América Latina y el Caribe ha realizado enormes esfuerzos para mejorar la educación. La inversión en el sector ha crecido de 3,6% a 5,3% del PIB; el porcentaje de adolescentes que terminan la escuela primaria ha superado ampliamente el 90% y los resultados de PISA, la prueba internacional que mide las competencias básicas en matemáticas, lenguaje y ciencias, han mejorado considerablemente.

Al mismo tiempo, estos éxitos han sido insuficientes en comparación con las aspiraciones de una región que espera alcanzar los niveles de productividad y estándar de vida de los países de la OCDE. Los países de América Latina y el Caribe todavía invierten en promedio sólo una cuarta parte del monto por alumno que invierten los países de la OCDE. También tienen resultados educativos mucho más bajos. De hecho, mientras que cerca del 15% de los alumnos de 15 años de los países de la OCDE obtuvo puntuaciones que reflejaban un aprendizaje avanzado en la prueba PISA de 2015, en América Latina y el Caribe menos del 1,5% de los alumnos lograban ese nivel.

Los niveles de gasto son inadecuados

Como señalamos en una nota anterior sobre la publicación del próximo informe insignia del BID, Gastar mejor para mejorar las vidas, el gasto es claramente parte del problema. Un país con altos desempeños en la prueba PISA, con la excepción de Vietnam, no gasta menos de USD 8000 por alumno al año. El promedio en América Latina y el Caribe se cercano a USD 2000.

Sin embargo, el problema va mucho más allá del nivel de gasto. Los países de América Latina y el Caribe tienen que gastar más pero también tienen que gastar mucho más eficientemente y, en varios casos, más equitativamente, de modo que el aumento de los insumos en el sistema escolar se refleje en mejores resultados o en un mejor aprendizaje. Esto significa poner más énfasis -incluyendo salarios más altos- en la contratación de buenos maestros, por lejos el insumo más importante para el aprendizaje, así como más énfasis para asegurar que las inversiones se enfoquen principalmente en los alumnos desfavorecidos, que debido a su punto de partida más precario, se benefician más de buenos maestros e instalaciones.

También significa mejorar la transparencia y la rendición de cuentas. Cuando hay algunos profesores que son contratados en un sistema escolar más por pagar favores políticos que por una auténtica necesidad, el dinero se malgasta y, desafortunadamente, en América Latina y el Caribe la ciudadanía percibe altos niveles de corrupción que sugieren que prácticas como el clientelismo pueden ser más habituales que en otras regiones.

En términos relativos, la eficiencia en la región es baja

La evidencia muestra que muchos de estos problemas están afectando el nivel de aprendizaje en América Latina y el Caribe y que varias ineficiencias en los sistemas escolares continúan siendo relevantes. Si bien es difícil conseguir estadísticas fiables y comparables sobre el gasto escolar en cada escuela, consideramos tres indicadores ampliamente utilizados para medir el nivel de eficiencia escolar, a saber, el ratio maestro/alumno (un indicador de la cantidad de recursos humanos); el número de computadores por alumno (una medida indirecta de las instalaciones de la escuela), y el estatus socioeconómico del alumno (una manera de controlar por los antecedentes de los alumnos). En una comparación de 66 países que participaron en la prueba PISA de 2015, observamos que México y Colombia eran los más eficientes de la región, y República Dominicana la menos eficiente. Sin embargo, todos los países de la región son significativamente menos eficientes que aquellos en la parte alta de la clasificación, en su mayoría de Asia Oriental.

 

Parte de esta debilidad tiene que ver con inequidades de la región, dado que los sistemas más eficientes también tienden a asignar sus recursos escolares de manera más equitativa. América Latina y el Caribe normalmente tiene mecanismos compensatorios para ayudar a los niños de familias empobrecidas y privadas de educación. Se puede decir que tiene niveles relativamente buenos de equidad vertical -la ayuda a aquellos situados más abajo- similar a la de la OCDE. Perú, por ejemplo, paga a los maestros hasta el 36% por encima de su salario base para que enseñen en escuelas desfavorecidas. Chile paga considerablemente más a los maestros en escuelas con niños más pobres.

Aun así, Brasil y República Dominicana tienen niveles relativamente bajos de equidad vertical, y gran parte de la región tiene niveles bajos de equidad horizontal, lo que significa que los alumnos de estatus socioeconómico similar -niveles de ingreso y nivel de educación de los padres- reciben un tratamiento diferente.

Inequidades están frenando a la región

Se trata de un problema importante porque significa que niñas y niños con contextos socioeconómicos similares, pobres o ricos, a menudo tienen experiencias educativas diferentes. Mientras algunos gobiernos locales pueden usar sus poderes discrecionales para destinar más dinero a los colegios que sirven a las familias pobres, otros gobiernos locales podrían decidir no hacerlo, generando inequidades en el financiamiento escolar de estudiantes con necesidades educativas similares. O, en un peor escenario, políticos locales podrían pagar favores políticos con empleos temporales en escuelas, generando un exceso de profesores para las escuelas en sus distritos, mientras que los distritos vecinos de estatus socioeconómico similar carecen de medios. Estas inequidades pueden ser menos probables en países donde existen sistemas de financiamiento centralizados y los gobiernos locales tienen menos poder discrecional. Sin embargo, en muchos sistemas, genera bajos niveles de equidad horizontal e ineficiencias importantes. Es evidente que se requiere una mayor rendición de cuentas. Y los ciudadanos deberían ser llamados a jugar un rol para ayudar a controlar la corrupción donde se produzca.

En definitiva, lo más importante para la región es asegurar que los mejores maestros se distribuyan equitativamente, pues representan la partida de gasto más grande y el insumo educativo más importante. En este sentido es aconsejable implementar incentivos para atraer buenos maestros a escuelas con mayor concentración de estudiantes menos favorecidos. Esto se puede dar más fácilmente en sistemas más transparentes. Y puede ocurrir en países que entienden que la manera más eficiente de gastar los fondos educativos es focalizando la inversión en los más pobres. América Latina y el Caribe tiene que gastar considerablemente más en educación. Hacerlo eficiente y equitativamente es una manera segura de garantizar que el gasto rinda y sea efectivo mejorando vidas.

 

Por  Gregory Elacqua

Gregory Elacqua es economista principal de la División de Educación en el Sector Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ha sido profesor de políticas públicas en la Universidad Diego Portales y en la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile. Tiene amplia experiencia en investigación en temas de educación y ha escrito libros, artículos académicos, monografías y reportes técnicos sobre educación en América Latina. También ha participado en reformas de política educativa. Ha sido asesor de tres ministros de Educación y de un senador en la Comisión de Educación del Senado de Chile. Tiene un doctorado en Políticas Públicas de la Universidad de Princeton.

 

Con la trascripción y difusión  de  la Corporación Educativa Legadoversity

 

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